sábado, 29 de enero de 2011

SEÑAS DE IDENTIDAD


La Patria se me quedó chica:

tengo tantas aristas como un muro coronado de cristales rotos, mi caparazón viste más espinas que un erizo y las cien patas que mueven este mastodóntico cuerpo se trastabillan a cada paso que doy.

Busco una nueva Patria  redonda e infinita, sin límites ni fronteras, pero sobre todo sin  idiotas que me solivianten y me escurran el corazón.

¿Pido un imposible doctor?

Soy hermano de los árboles siempre generosos, de los ríos que borran las huellas de los lugares por los que transito haciéndome  invisible, del sol que me guía hasta el ocaso y de la noche que me arropa en su silencio. No soy nadie y aún así no logro escapar de los becerros con cencerros que quieren sodomizarme en su estrecho corralito con su discurso señero: bla, bla, bla…

Dr., UD. que es versado y políglota, UD. que trata a una fauna tan dispar ¿Qué no me podría decir en qué lengua me hablan los becerros? ¿Y si les gravamos a fuego sobre su gruesa epidermis el hierro de su respectiva identidad para separar definitivamente las manadas?

¿Por quién suenan los cencerros, doctooor?



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