En la niñez somos felices e inocentes. En la adolescencia descubrimos el amor y su contrario. En la madurez adquirimos responsabilidades. Cumplidos los 40 el reloj se da la vuelta. Cuando somos viejitos aprehendemos la sabiduría de la experiencia, la nariz y la orejas crecen y mengua lo demás. Lo que pasa después no tengo ni idea, aunque espero que en ese hipotético más allá se cambien las tornas y los que ahora dan; las tomen.
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