sábado, 29 de enero de 2011

CON ESOS POLVOS SE AMASARON ESTOS LODOS



Mi yo lírico, se encontraba intentando frenar la escurridiza agua que corría libre por la escueta boquera. A diferencia de las conducciones para regadío que existían en la huerta constituida por microespacios perfectamente ordenados, el campo parcelado, era la anarquía de la agricultura. Y con esa misma anarquía se esparcía a saltos y trompicones chocando contra los tormos del recién arado barbecho, la manta de agua, que en su avance iba transformando el polvo en lodo y el árido campo en un vergel.

Brotaban a los pocos días del primer riego los enjutos tallos de las matas que más tarde parirían tomates y pimientos. Me descalzaba para no mojarme los zapatos, pero sobre todo, para hundirme en el barro fresco y sentir la pantanosa ingravidez de la tierra deshaciéndose bajo mis pies. Y a cada paso, me desequilibraba arrastrando conmigo el barro caprichoso que se me pegaba como un chiquillo que se agarra a las piernas de su madre sin soltarla cuando tiene miedo. Pero yo, lejos de sentir miedo sentíal ibertad; sabía que el barro siempre acababa volviendo a su lugar y yo al mío. Era un juego practicado con respeto; ponerle freno al agua no dejaba de ser un esfuerzo épico e inútil.

De tarde en tarde pasaba por el camino algún hombre pedaleando su bicicleta lentamente -así lo requería la asfixiante calima-, tocado con sombrero de paja y la azada amarrada al portaequipajes compañera inseparable del rudo campesino y alguna que otra vez arma asesina en discusiones de lindes. El hombre exclamaba un  saludo inteligible – ehhhhg -, a la vez que levantaba la mano y yo se lo devolvía tal cual. En ese ehhhg cabían un montón de cosas: adiós, hasta luego, vaya calor que está haciendo, etc.…

Ahora no soy campesino -aunque esta identidad nunca se pierde-, vivo en un loft, mi único animal de compañía es una vaca tuneada pop-art, mi contacto con el campo se reduce a las sesiones de footing por los parque públicos, y mantengo una estrecha relación con mi ipod, iphone, ipad. Todos mis amigos son virtuales del facebú, tonti, blogui, etc. Todo es chachi, pero desde que vine a la ciudad, los polvos y los lodos nunca se hablan; como agua y aceite, se repelen. Me tienen en ascuas, y  ando desesperado y lírico... por si en el barrizal de la noche se amasara algún polvo.





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